La hurk’a es el símbolo del intercambio en la
festividad de la Virgen Inmaculada Concepción ; en ella participan
los mayordomos, la Virgen, los devotos permanentes y los participantes
eventuales, quienes construyen su relación recíproca en base a la devoción y a
las relaciones productivas amicales y de parentesco consanguíneo y ritual. La
hurk’a, como proceso, se divide en cuatro partes: la adquisición de los bienes
iniciales, dar, recibir y devolver.
Introducción.
La reciprocidad es la fuerza moral más importante de
la cotidianeidad cusqueña. Sus términos existen en intercambios económicos y
simbólicos de diversa índole y magnitud. Uno de ellos, talvez el más importante
por su impacto social y sagrado, es el intercambio recíproco entre las fuerzas
sobrenaturales y los hombres. Con mucha razón Marcel Mauss escribió “es importante regalar a
los representantes de los Dioses en el mundo concreto, porque son ellos los
intermediarios que determinarán nuestra subsistencia y sus condiciones [...] es
obligatorio y necesario cambiar con los dioses, porque de hecho son ellos los
auténticos propietarios de las cosas y los bienes de este mundo. Es con ellos
con quien es más necesario cambiar y más peligroso no llevar a cabo cambios”
(Mauss, 1966: 173)
En
este marco de fe y temor el intercambio ritual entre hombres y dioses tiene
sentido; la forma que toma está representada en la hurk’a. Precisamente, uno de
los momentos rituales más importantes dentro de la fiesta de la Virgen Inmaculada
Concepción -también conocida como La Linda de la Catedral- es
la hurk’a, expresión del síndrome de la reciprocidad, otra manera de
intercambiar bienes y servicios bajo reglas “no reglamentadas” y sin la
intervención del cálculo como sinónimo de ganancia económica. Nada de
empresarial tienen entonces este tipo de intercambios, porque los costos
económicos quedan en el plano implícito y no se enuncian sino a través de eufemismos.
Incluso, hay bienes que están exentos del intercambio; es decir, su cualidad
sagrada no les permite entrar en el arraigado juego de la oferta y la demanda.
La
hurk’a presenta cuatro momentos interdependientes: la adquisición de los bienes
iniciales que la conforman, el acto de dar, recibir y devolver. Los
participantes del intercambio ritual son tres: los mayordomos, la Virgen Inmaculada
Concepción y los hurk’ados. Los mayordomos tienen el encargo
de juntar los bienes y servicios iniciales que componen la hurk’a y concentrar,
aumentar y redistribuir los bienes y servicios resultantes. La Virgen Inmaculada
Concepción , a través de la Demanda, es quien hurk’a, Ella
“demanda” para sí bienes y servicios a sus devotos y “utiliza” a los mayordomos
como sus intermediarios. Los hurk’ados devuelven bienes y servicios
equivalentes según su devoción a la Virgen o su empatía con los mayordomos.
La
información de campo se la debemos a las devotas y devotos permanentes de la “Linda ”. El soporte teórico
a Marcel Mauss, Raymond Firth, Marshall Sahlins, Maurice Godelier y Pierre
Bourdieu. La idea de interpretar el sistema de mayordomías de las fiestas
religiosas de Cusco a través de los postulados de Marcel Mauss, es autoría de
nuestro profesor Washington Rozas.
El presente artículo está dividido en cuatro partes:
primero, mostramos los aportes teóricos sobre los principios del intercambio,
segundo, ofrecemos el perfil de los participantes de la hurk’a, tercero,
analizamos la adquisición de los bienes y servicios integrantes de la hurk’a y,
cuarto, describimos e interpretamos los actos de dar, recibir y devolver en la
fiesta de la “Linda ”.
La bibliografía utilizada y las notas están al final del texto.
El aporte teórico sobre los
principios del intercambio.
Mauss, en su “Ensayo de los dones. Motivo y forma del cambio
en las sociedades primitivas” considera que todo objeto susceptible de ser
intercambiado no es una cosa inerte, lleva consigo el espíritu (hau) del propietario, por ello,
aquél siempre quiere regresar a éste en forma equivalente, sino, la apropiación
de esa cosa sería ilícita, peligrosa y mortal porque el espíritu ejerce poder
mágico y religioso sobre el infractor (Mauss, 1966: 168).
Firth, para
desentrañar la devolución de los bienes donados, prefiere las explicaciones
seculares de la reciprocidad: incumplir una obligación traería consigo
sanciones sociales, como la negación de relaciones económicas útiles y la
pérdida del prestigio y el poder (Firth, 1959a: 421. Citado
por Sahlins, 1983: 174).
Para Sahlins, los bienes retenidos no son peligrosos por
acción de ese “espíritu” cautivo, sino que la retención de bienes es inmoral y
por consiguiente peligrosa por cuanto el estafador queda expuesto a ataques
justificados. El problema va más allá de la reciprocidad, no se trata sólo de
que los dones deban ser restituidos de una manera adecuada, sino que, por
derecho, deben retribuirse. Sahlins concluye que el hau significa vitalidad, fertilidad, productividad, su cuidado
produce la fecundidad (Sahlins, 1983: 180-187).
Mauss divide el intercambio en tres
actos observables: el hecho de dar,
recibir y devolver un don. Es importante dar porque las personas conservan su
prestigio y ratifican el favor de los espíritus y la fortuna; es necesario dar
a cuantos se pueda, especialmente a quienes no son de la familia. Asimismo ,
no conviene negarse a recibir un don,
porque ello pone de manifiesto el temor a devolverlo, es declararse vencido de
antemano, es “perder el peso” del nombre, es quedar “rebajado” hasta el momento
de la devolución; evitar recibir equivale a negar la persecución de una alianza
y la consolidación de la
comunión. Si las personas no devuelven los valores equivalentes pierden la “cara” para siempre,
sería su destrucción; la sanción es la esclavitud por deuda, el infractor pierde su
rango y la cualidad de hombre libre (Mauss, 1966: 170-210).
Godelier (1997: 160) menciona que los objetos sagrados se
presentan como dones que los dioses o los espíritus habrían hecho a los
antepasados del hombre y que sus descendientes, los hombres actuales, no deben
darlos sino conservarlos preciosamente. Es para ellos una fuente de identidad y
de poder en la sociedad sea para favorecer o perjudicar. El objeto sagrado es
inalienable e inalienado, es sublime, porque pone a la humanidad en presencia
de las potencias que ordenan al mundo más allá de lo visible.
El sistema de intercambio se extiende y ramifica a otros
aspectos colindantes, como la moneda, el crédito y el honor.
Nos interesa la noción de crédito porque el tiempo es el elemento
necesario para llevar a cabo una contraprestación. La obligación que se tiene
para devolver obliga, además, al plazo. Así, la prestación adquiere un sentido
de temporalidad necesario para poder devolver con mayor entusiasmo y pomposidad
y para que el deudor tenga que regenerar sus posibilidades de entrega o, en
algún caso, emular el objeto donado (Mauss, 1966: 183). Para Bourdieu (1999:
161-162) en el intercambio de bienes simbólicos es importante construir un
intervalo considerable de tiempo para devolver el obsequio recibido. Si de
inmediato devolvemos el obsequio estaríamos rechazándolo y negándolo, por lo
tanto, un tiempo considerable me permite disfrutar del obsequio y olvidarme
momentáneamente de la obligación de devolverlo, puesto que todo obsequio
constituye una amenaza: hay que devolverlo; el acto de dar es una agresión a la
libertad de quien recibe, es una forma de atar haciendo que la gente se sienta
obligada. La construcción del tiempo adicional para devolver gradúa y disimula
la obligación, además, este tiempo me servirá para conseguir y devolver un
contraobsequio de mayor valor. Las personas saben la obligación que construye
el intercambio, pero la niegan, es una verdad reprimida colectivamente porque
si se revela el acto de intercambiar se desmorona.
Godelier (1997: 156-157) indica que los contra-dones no
anulan las deudas creadas por los dones, crean otras deudas que equilibrarán a
las primeras. En esta lógica las deudas jamás se anulan realmente sino que
lentamente se desvanecen con el correr del tiempo. Con estos ejemplos, volver a
dar no es devolver. Este tipo de acciones recíprocas conduce finalmente a la
redistribución de manera relativamente igualitaria de los recursos que componen
la sociedad, como bienes, servicios, personas, trabajos, etc.
Otra propiedad de los intercambios simbólicos es el tabú
de la explicitación. En los intercambios económicos el precio de los bienes está consensuado
entre las partes; en los intercambios simbólicos este consenso también está
presente, pero sus términos y condiciones se dejan en estado implícito. En el
intercambio de obsequios, el precio a de quedar dentro de lo implícito. Es como
si la gente se pusiera de acuerdo para evitar mencionar el precio o el valor de
los bienes obsequiados, y rechazar la lógica del precio es una manera de
rechazar el cálculo y la calculabilidad. Ahora , si el precio no se deja en
estado implícito, se lo anuncia mediante eufemismos, es decir en un lenguaje de denegación. El eufemismo es
lo que permite decirlo todo diciendo lo que no se dice, lo que permite nombrar
lo innombrable. Los eufemismos se exponen tanto de forma hablada como en la
acción: una metáfora o una broma dirigida al receptor sobre lo difícil y
costoso que fue conseguir su obsequio serviría de ejemplo para el primer caso
y, obsequiar algo cuidadosamente transformado o que haya demandado tiempo
hacerlo agregando suntuosidad y reverencia, este ejemplo serviría para el
segundo caso. La revelación de la verdad del precio de los bienes es una
práctica derivada a las mujeres, ellas remiten constantemente el verdadero
precio del bien y los plazos de vencimiento a sus beneficiados; pueden
permitirse decir la verdad económica de los intercambios simbólicos porque de
hecho están fuera de este tipo de intercambio (Bourdieu, 1999: 164-168)
La fiesta, momentos rituales y
participantes.
Las
festividades religiosas más importantes en nombre de la Virgen Inmaculada
Concepción de Cusco -también conocida como la “Linda de la Catedral”- se
llevan a cabo en el Corpus Christi (celebrado el jueves después del
domingo de la
Santísima Trinidad , fecha que a su vez depende de la Semana Santa ) y el ocho de
diciembre, su día principal. Sólo la fiesta del Corpus Christi tiene su
“octava”, es decir, el ritual vuelve a realizarse a la semana siguiente. Otras
fechas para agasajar a la Virgen durante el año son: comadres, día de la madre
y navidad.
Las
dos fiestas principales se dividen en cuatro momentos rituales: el proceso de
hurk’a, las Misas, la procesión y la fiesta de recepción. En ellos participan la Virgen Inmaculada
Concepción , el Clero católico, el grupo de devotas
permanentes, los mayordomos, los participantes eventuales y los cargadores de la Virgen. Es difícil
determinar exactamente cuándo empieza o termina cada momento ritual, porque
toda la fiesta funciona gracias a la causalidad del intercambio, sin embargo,
podemos definir puntos de referencia tomando en
cuenta la utilización de espacios, la participación de las personas y el uso
del tiempo. Asimismo, considerar una clasificación definitiva de los
participantes sería contradecir la dinámica de la movilidad social, sin
embargo, podemos definir puntos de referencia tomando en cuenta el grado de
compromiso que estos asumen en cada uno de los momentos rituales y la
influencia que ejercen sobre el destino del ritual.
La
sede de la Virgen Inmaculada
Concepción de Cusco es la Basílica Catedral ;
su cuidado y mantenimiento está a cargo del Clero católico, excepto en la
víspera de la fiesta, donde comparten responsabilidad con las devotas
permanentes más antiguas, quienes le cambian de ropa y la adornan con flores y
luces. Como el Clero controla la imagen principal, esta sólo aparece en las misas y en las procesiones. Considerando el
poder sagrado que representa la
Linda y su condición de actriz principal, es ineludible su
participación en la hurk’a y en los demás momentos festivos; para ello, los
devotos utilizan la Demanda ,
una representación en pequeña escala de la Virgen Inmaculada
Concepción. La
Demanda tiene el mismo poder sagrado que la imagen principal,
pero su control y mantenimiento está a cargo de los mayordomos y de los devotos
permanentes.
Otro
grupo importante son las devotas y devotos permanentes, conformado por 50
personas aproximadamente, quienes acompañan a la Linda por lo menos hace 20
años. Las devotas adultas se autodenominan “las Lindas”, sus hijas “las
Linditas” y los devotos “los Lindos”; externamente, a las devotas de la Linda
se las conoce como las “pitucas del Cusco” debido a su condición económica y
social preferente. Este grupo controla el normal desenvolvimiento de todos los
momentos rituales -excepto la Misa, espacio preferente del Clero- y el
comportamiento ritual de los demás devotos y asistentes. La máxima autoridad
son las devotas más antiguas y de mayor experiencia, luego viene el grueso de
devotos y devotas.
Los
mayordomos están conformados por una pareja adulta de esposos católicos con
experiencia en otros cargos. Encontramos tres categorías: mayordomos entrantes,
salientes y pasados. Los primeros ejercen su investidura cuando reciben la
Demanda al frente de la Iglesia de la Compañía de Jesús durante la procesión;
los mayordomos que entregan la Demanda se convierten en mayordomos salientes;
los mayordomos pasados son quienes ejercieron su cargo en años anteriores. Las
festividades del Corpus Christi y del ocho de diciembre tienen sus propios
mayordomos. Los mayordomos, junto a la Virgen Inmaculada
Concepción representada en la Demanda, son los únicos
encargados de hurk’ar, es decir, iniciar las transacciones rituales y juntar
los bienes y servicios necesarios para llevar a cabo la totalidad de la fiesta. Esta
situación les confiere la máxima autoridad social durante su mandato y
reconocimiento cuando este finaliza.
Si
bien los mayordomos llevan a cabo la totalidad de la fiesta y comparten
similares características socioeconómicas con el grupo de devotos permanentes,
ello no determina su integración a este grupo: los mayordomos son un grupo
periférico con cierta independencia, porque manejan el poder sagrado impuesto
en la Demanda, eligen a los hurk’ados y la calidad de los componentes de la
hurk’a, hacen partícipe a sus familiares y amigos más cercanos -quiénes muchas
veces no tienen la misma filiación religiosa, económica y social de los devotos
permanentes-, redistribuyen a su manera los bienes y servicios acumulados y
eligen a sus sucesores. Estas situaciones marcan distancia con el grupo de
devotos permanentes y con los demás participantes de la fiesta.
La adquisición de los bienes y
servicios “semilla”.
Hurk’a,
según Ángel Avendaño (1995: 416), es una palabra quechua que significa “echar
semilla en la tierra” y también “compromiso para contribuir con algo material
en la realización de una fiesta, especialmente en las celebraciones patronales
del pueblo o con ocasión de festejar el aniversario del gremio o la cofradía”. Echar semilla en la tierra y compromiso no son términos incompatibles
desde el punto de vista simbólico, en cierta forma uno deriva del otro: el acto
de hurk’ar es “sembrar” u obligar el intercambio ritual para luego “cosechar” y
redistribuir los insumos en forma de bienes y servicios.
La
primera tarea de los mayordomos es conseguir los elementos que componen la
hurk’a: La Demanda, los panes hurk’a o torta, cerveza, vino, anisado o pisco.
La
Demanda es una pequeña escultura en plata de la Virgen Inmaculada
Concepción , con el mismo valor simbólico y sagrado que la
imagen principal. Hay dos Demandas, la del Corpus Christi
y la del ocho de diciembre, ambas donadas por los devotos en la década del 70 y
90 respectivamente. La Demanda es el único bien que los mayordomos salientes
transfieren a los mayordomos entrantes. Por ser objeto sagrado y sublime,
fuente de identidad y poder, la Demanda es inalienable (Godelier, 1997: 160),
de esta manera su adquisición no depende del intercambio ni se somete a este.
La
Demanda está bajo el control de los mayordomos y de los devotos permanentes,
por ende, ellos descentralizan y manejan el poder sagrado según sus
leyes y reglas teológicas, las cuales están parcialmente influidas por la
teología católica oficial.[ii]
Los
panes hurk’a o torta están constituidos por cuatro panes circulares de
diferentes diámetros, del más grande (50 cm . aprox.) al más pequeño (25 cm . aprox.). La mayordoma
y sus ayudantes -familiares, comadres, amigas- tienen la tarea de cotizar los
insumos del pan hurk’a (harina, azúcar, palillo, manteca, levadura, huevos,
anís, conservante, sal y otros) en los mercados o abarrotes y los costos de
preparación y horneado. Dependiendo de la calidad de los insumos comprados y
del número de devotos a hurk’ar, los mayordomos invierten entre S/. 500 a S/. 700.
El
mayordomo y sus ayudantes -familiares, compadres, amigos- compran cerveza de
620 ml o de 330 ml, malta o blanca. Generalmente prefieren la marca “Cusqueña”.
La cantidad de cerveza dependerá del número de devotos a hurk’ar; la inversión
fluctúa entre S/. 300 a
S/. 500. Asimismo, se encargan de cotizar y comprar el vino, el anisado o el
pisco.
Los
mayordomos deben disponer entre S/. 1000 a S/. 3000 para conseguir los insumos que
componen la hurk’a; el monto utilizado dependerá de la calidad de los insumos y
del número de personas a hurk’ar.
Los
mayordomos salientes y algunas devotas permanentes tienen la obligación de
aconsejar y apoyar a los mayordomos entrantes, por ello les proporcionan una
lista que precisa el nombre y dirección de las personas a quienes se puede
hurk’ar, costos estimados para elaborar el pan hurk’a, la comida, las bebidas y
otros; asimismo, les orientan cómo conseguir la banda de músicos para la
procesión, la orquesta para la fiesta de recepción y qué protocolos deben
seguir durante la fiesta.
Los
familiares y amigos ofrecen a los mayordomos dinero, transporte, insumos
alimenticios, materiales, mano de obra, rebajas o préstamos en casas
comerciales y consejos. Los parientes cercanos de los mayordomos generalmente
no son hurk’ados, pues también asumen responsabilidades en la organización del
cargo; es decir, prestan u otorgan bienes muebles o inmuebles y servicios sin
la necesidad de hacer un contrato ritual porque prevalece el sólo hecho de ser
parientes.
La
fe puede ser una variable interventora importante -porque proporciona la
certeza de conseguir bienes y servicios con ayuda del componente sagrado-
siempre y cuando los mayordomos sean creyentes de la Linda.
A
los panes hurk’a, a las bebidas y a todos los bienes y servicios adquiridos por
las relaciones de compra-venta y por los favores de los familiares y amigos,
los llamamos “bienes y servicios semilla”, porque su adquisición y preparación
se realiza exclusivamente para empezar el intercambio ritual, por ello no
dependen de este, sino del apoyo de los mayordomos salientes y de los devotos
permanentes, de las relaciones de parentesco consanguíneo y ficticio
productivas, de la capacidad económica de los mayordomos y de su fe.
No
es casualidad que el pan y el vino, los elementos más importantes de la Misa , estén presentes en la
hurk’a. En la Misa
el Padre ofrece para sí la ostia y el vino, cuerpo y sangre de Cristo, luego
proporciona la ostia a los feligreses confesados; en la teología católica
oficial este acto se llama la transubstanciación, es decir, literalmente
“consumimos” a Cristo y simbólicamente se convierte en parte de nuestro ser (Macherel,
1999: 47-64). En la hurk’a, evidentemente, el pan y el vino representarían el
cuerpo y sangre de Cristo, aunque no encontramos esta referencia entre los
devotos. Consideramos que los devotos prescinden parcialmente de las
interpretaciones teológicas del catolicismo oficial, de esta forma incorporan
símbolos e interpretaciones propias, prueba de ello es la presencia de la
cerveza, el anisado y el pisco en la hurk’a. Al contrario del vino, bebida
exclusiva del Padre en la Misa ,
la cerveza es socializante, convoca a compartir entre familiares y amigos con
la finalidad de construir y/o destruir alianzas. En la hurk’a, la cerveza
reemplaza en importancia al vino. Elegir cerveza “cusqueña” para la hurk’a
simboliza la identidad localista, mientras que el anisado y el pisco simbolizan
la identidad regional y nacional.
Por
el mismo principio de control e independencia de los mayordomos y devotos, en
la hurk’a no sucede el fenómeno de la transubstanciación, sino el de la
reciprocidad: el pan, el vino y las demás bebidas son dones que los mayordomos
y la
Virgen Inmaculada Concepción , a través de la Demanda, ofrecen
a los devotos con la finalidad de recibir algo a cambio. La hurk’a es la
“semilla” que compromete el intercambio ritual.
Dar, recibir y devolver en la
fiesta de la “Linda ”.
Los
mayordomos inician el proceso de hurk’a cuando tienen todos los elementos
reunidos, aproximadamente dos meses antes que empiece la fiesta.
Podemos
clasificar en dos grupos a las personas hurk’adas: a) los devotos permanentes, son aquellos que tienen mucho tiempo
asistiendo a la festividad o en cualquier caso se integraron rápidamente y, b) los participantes eventuales, son los
parientes consanguíneos o espirituales y los amigos de los mayordomos, que no
necesariamente son devotos. Para cada caso habrá una manera de entablar y
establecer el compromiso ritual. Cabe resaltar que los mayordomos no inician
procesos de intercambio con los cargadores de la Virgen.
Las
visitas a los domicilios de los futuros hurk’ados se realizan por la mañana los
días feriados y por la noche los días laborables. Lo ideal es hurk’ar a la
pareja de esposos, pero cuando esto no sucede, optan por comprometer a una de
las partes.
Cuando
los mayordomos visitan a los devotos permanentes, se anuncian y dicen
“la Virgen está de visita” o “la Virgen viene a hurk’ar” (para la ocasión la
Demanda es adornada con pequeños panes hurk’a); luego de los saludos, la
mayordoma entrega la Demanda a los devotos, de inmediato éstos piden
bendiciones para su hogar. Generalmente el proceso de intercambio se inicia en
la sala, donde los mayordomos dan el pan hurk’a y la cerveza a los devotos y
luego brindan con el licor seleccionado para la ocasión. Los devotos,
al recibir la hurk’a, se ponen a disposición de los mayordomos y manifiestan:
“ustedes dirán con qué los podemos apoyar” o “qué cosa les está faltando para
darles”; esta actitud evidencia el desinterés
del devoto por negociar el tipo y la cantidad de la devolución (la calidad
no se negocia). Ocasionalmente, los mayordomos dan opciones a los devotos permanentes para elegir el
tipo de bienes o servicios a devolver.
Negar
el tipo y la cantidad de la devolución muestra la característica del intercambio
simbólico mencionada por Bourdieu: hay consenso en el costo de los bienes y
este queda en estado implícito. Pero encontramos diferencias sustanciales en
esta forma de hurk’ar: los mayordomos imponen el tipo y la cantidad de los
bienes a devolver gracias a su estatus y al poder fertilizador de la Virgen , los devotos sólo
aceptan su obligación con la
Virgen y los mayordomos. El consenso es inmediato, no existe
negociación. El único poder del devoto es elegir la calidad del bien: los
mayordomos esperan que los bienes sean de la mayor calidad y los devotos
determinarán ello según las posibilidades económicas, el grado de generosidad y
el interés en buscar o mantener su prestigio. El precio sí queda en estado
implícito, pero una parte está controlado por la Virgen y los mayordomos -al
pedir el tipo y la cantidad del bien- y la otra por los devotos -al decidir la
calidad de la restitución-.
En
este tipo de intercambio observamos una relación tripartita: mayordomos, la Demanda y los devotos.
Cuando los mayordomos van a hurk’ar adornan la Demanda con pequeños panes hurk’a, entonces es la Virgen Inmaculada
Concepción quien “demanda” bienes y servicios para sí, es Ella
quien hurk’a. Los mayordomos sólo sirven de intermediarios en el proceso de
intercambio, ellos manifiestan la voluntad de la Virgen : su encargo es preparar los elementos necesarios que
componen la hurk’a, visitar a los hurk’ados y concentrar, incrementar,
transformar y redistribuir los bienes y servicios. Todos los bienes y servicios
son para la Virgen
y Ella, a través de los mayordomos, los reparte entre sus devotos. La
importancia social de los mayordomos reside en su rol intermediador; tener o no
prestigio durante y después de la fiesta dependerá de cómo lleven a cabo este
rol.
Las
transacciones rituales con los devotos permanentes siempre son exitosas, debido
al compromiso que éstos tienen con los mayordomos y la Virgen.
Con
los participantes eventuales el proceso de hurk’a difiere básicamente en
la forma de las transacciones rituales, pero hacemos una salvedad: si los participantes
eventuales son devotos de la Virgen o de otra deidad perteneciente al
panteón católico, entonces, las transacciones pueden ser similares a las que
suceden entre mayordomos y devotos permanentes.
Cuando
los mayordomos visitan a los participantes eventuales que no son devotos,
no anteponen la Demanda para iniciar el proceso de hurk’a, aquí prima el lazo
familiar y amical de los contratantes. Hay parientes, consanguíneos o no, con
los que sí es necesario iniciar los contratos rituales para asegurar su
participación en la fiesta (asistencia a la misa, procesión y recepción) y los
bienes o servicios que puedan ofrecer (atender a los invitados, ayudar en la
preparación de la comida, etc); sucede igual con los amigos. Bajo este
principio los mayordomos piden la colaboración de sus parientes y amigos,
quienes tienen la potestad de negociar el
tipo y la cantidad de los bienes y servicios que pudieran devolver (tampoco
se negocia la calidad); por ejemplo, si los mayordomos piden 10 cajas de
cerveza, los hurk’ados pueden argumentar que sólo darán siete o pueden cambiar
el pedido y ofrecer otros bienes.
En
esta forma de intercambio simbólico, los mayordomos, exentos del poder
fertilizador de la Virgen, no tienen control absoluto del tipo y la cantidad de
los bienes a pedir, es necesario negociar. Los familiares y/o amigos, igual que
los devotos permanentes, controlan la calidad del bien a devolver. Los
mayordomos esperan que el bien devuelto sea de calidad y los no devotos
determinarán ello según las posibilidades económicas, el grado de generosidad,
la manutención del prestigio y la intención de generar o fortalecer relaciones
sociales productivas. El precio efectivamente queda en estado implícito, pero
este es totalmente controlado por los no devotos.
Cuando
se hurk’a a los participantes eventuales
que no son devotos, los roles de la pareja de mayordomos difieren, por
ejemplo, si están hurk’ando a un familiar o amigo cercano a la mayordoma,
entonces, será ella quien inicie las conversaciones e intente obtener el apoyo
de sus contrapartes; en cambio, cuando se hacen las transacciones con los devotos
permanentes, generalmente cualquiera puede asumir las conversaciones.
El
éxito en este tipo de transacciones dependerá de la disponibilidad económica de
los hurk’ados y del grado de cercanía y confianza que tengan con los
mayordomos.
Por
otro lado, siempre hay personas a quienes no se les hurk’a por olvido u omisión
intencionada. Generalmente los mayordomos empiezan a hurk’ar a los devotos
permanentes, luego a los mayordomos pasados y finalmente a sus familiares y
amigos, en este proceso olvidan u omiten hurk’ar a algunos devotos permanentes
porque no los conocen o simplemente porque no se llevan bien con ellos; esta
actitud puede costarle caro a los mayordomos, porque los olvidados y omitidos
hacen notar su malestar criticando duramente la forma cómo los mayordomos
llevan a cabo la festividad.
Negarse
a recibir una hurk’a no es común dentro de la fiesta de la Linda. Los devotos
permanentes nunca negarán una hurk’a, porque tienen relaciones recíprocas
con la Virgen basadas en la devoción y en la fe; esta situación los compromete
con la Virgen y con las personas que llevan a cabo su fiesta, es decir, con los
mayordomos. Negar una hurk’a sería retar y faltar a ese compromiso a la vez
divino y social. Los devotos eventuales
y participantes no devotos
posiblemente negarán una hurk’a, porque no tienen compromisos permanentes ni
recíprocos con la Virgen Inmaculada Concepción , por ende, el temor
a las represalias divinas no existe; sin embargo, negar una hurk’a implica
deteriorar la relación de parentesco consanguíneo y ritual y la afinidad amical
productiva que ofrecen los mayordomos.
Las
razones más recurrentes para negar una hurk’a son: cambio de religión, viaje,
enfermedad, falta de consenso entre la pareja hurk’ada y carencia económica,
aunque esta última no se afirma directamente.
Los
mayordomos, antes de pedir un bien o servicio a los devotos y no devotos, toman
en cuenta uno o varios de los siguientes aspectos: la capacidad económica, la
posición social y política, el grado de parentesco y afinidad y la fe en la
Virgen o en una de las deidades católicas.
Los
bienes muebles e inmuebles y servicios que se piden mediante la hurk’a son: la
capa, el sayal, joyas, cabellera, corona y arreglo para la Virgen; misas de
novena, flores, velas, ciriones, detentes, recordatorios e iluminación para la
Virgen; cohetería, arcos triunfales, castillos, altares y banda de músicos para
la procesión; cerveza, pisco, anizado, vino, gaseosa, cuyes, queso, cochayuyo,
aceite, gallinas, cañazo, maíz, salchicha, papa y bocaditos; preparación de la
comida para la fiesta de recepción (también se pude contratar el servicio),
preparación de la comida para los cargadores, atención a los invitados (también
pueden atender los familiares de los mayordomos o contratar el servicio),
orquesta y local para la fiesta de recepción.
Algunos
bienes y servicios cuestan más que otros, por ejemplo, la Capa (s/. 2000), el
sayal (s/. 2000), la Demanda (s/. 700), las joyas (300) y la misa (s/. 300);
entre los bienes festivos tenemos: el alquiler del local para la fiesta, que
puede variar entre s/. 2000 a
1000, dependiendo de la ubicación y la calidad del local y la contratación de
la orquesta, entre s/. 1000 a
1500.
En
ambas formas de transacciones, la mayordoma apunta en un cuaderno el bien o
servicio que los hurk’ados se comprometieron a devolver; de esta manera
controla el tipo y la cantidad de bienes para redistribuirlos lo mejor posible,
asimismo, más adelante identificará a los hurk’ados que faltaron a su
compromiso.
La
hurk’a finaliza con un apretón de manos y abrazos emotivos. Finalmente, los anfitriones, especialmente las mujeres,
recuerdan a los mayordomos algunos pormenores de la fiesta, por ejemplo, si ya
hurk’aron a tal o cual persona, si ya consiguieron la banda de músicos y otros,
al tiempo que ofrecen su ayuda y dan motivación y consejos para el mejor
desenvolvimiento de la fiesta.
Semanas
antes de empezar la fiesta, los mayordomos llaman por teléfono a los hurk’ados
para recordarles la entrega de sus compromisos, también les envían dos
tarjetas: una precisa el cronograma de las actividades rituales, como la hora y
el día de las misas y de la procesión, el lugar de la fiesta de recepción y
eventualmente la lista de todos los hurk’ados; la otra tarjeta, más pequeña y
adherida a la primera, precisa la fecha y el lugar donde se hará efectiva la
entrega del bien o servicio solicitado.
A
pesar que las hurk’as se llevan a cabo con dos meses de anticipación, la
devolución de los compromisos sucede un día antes o el mismo día de la fecha
principal de festejo. Esto mantiene en tensión a los mayordomos, sin embargo,
el 99% cumple con su hurk’a; algunos entregan menos de lo que se habían
comprometido y otros hacen llegar el equivalente de los bienes en dinero,
estrategia última que resulta de gran ayuda para los mayordomos, pues los
gastos económicos no cesan aún terminada la fiesta. A todos los bienes y
servicios devueltos los llamamos “fruto”, porque son el resultado final de las
voluntades sociales y sagradas que inició la “semilla”.
Desde
luego, las personas que no cumplen con su hurk’a no serán tomadas en cuenta en
próximas ocasiones. En todos los casos de incumplimiento, los mayordomos tienen
la obligación de asumir la falta con sus propios recursos económicos; este es
un motivo para saber a quién hurk’ar.
La
mayordoma lleva el recuento de los bienes devueltos. Aquí es donde verá,
dependiendo del tipo, la calidad y cantidad del
producto devuelto, si fue una buena o mala hurk’a. Como decía Bourdieu, la
revelación de los precios de los bienes es tarea de las mujeres porque de hecho
ellas no participan en el intercambio; sin embargo, en la hurk’a la
participación de las mujeres es trascendental, así que resulta imposible la
revelación directa del precio de los bienes, pero de hecho lo hacen a través de
eufemismos. Las mujeres lideran muchas veces las transacciones: determinan el
tipo y la cantidad de los bienes pedidos y tratan de influir, a través de
metáforas y lenguajes de denegación, la calidad de dichos bienes. El rol de la
mujer en los intercambios simbólicos de este tipo es asegurar los bienes y
servicios, juntarlos, administrarlos y redistribuirlos.
Con
todos los bienes y servicios concentrados, los mayordomos se preparan a
redistribuirlos en la Misa ,
la procesión y la fiesta de recepción. En otro momento desarrollaremos con
amplitud este tema.
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[i] Centro de
Investigación Multidisciplinaria RUASUN. Este artículo fue publicado en: El Antoniano. Revista científico cultural de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco (Cusco). 2007. Volumen 17, N° 112, p. 108-114.
[ii] En un
trabajo anterior (Bonet y Pinedo: 2005) definimos las diferentes
interpretaciones que realiza el clero y los devotos sobre el poder sagrado de la Virgen Inmaculada
Concepción.