Donaldo Humberto Pinedo Macedo.[1]
Fuente de la foto: Sarmiento 2001: 27-28 |
Introducción.
Los partidos políticos construyen y disparan diversas estrategias ideológicas con la finalidad de lograr un grado de aceptación. Un camino sería utilizar elementos simbólicos comunes, sin embargo, la población no concibe una lectura única y consecuente de ellos.
Entre los elementos más connotados que sumó el partido
político Perú Posible para ganar las preferencias de los electores peruanos tenemos:
La lucha por la democracia y la corrupción; la expropiación de una economía de
mercado propia, viable y con sentido humano y; la incautación de elementos
simbólicos demarcados por la reminiscencia del antepasado incaico (recordemos
que Alejandro Toledo se autodenominó en su última campaña política como Pachakuteq).
Los tres puntos confluyen y se contraponen constantemente, sin embargo, la
configuración y posterior propagación de este discurso entremezclado tiene
diversos impactos en la percepción de los peruanos.
Lo más significativo para nosotros es que el partido
político “Perú Posible”, trabajando la figura de Alejandro Toledo, añadió a su
bagaje ideológico un elemento de gran impacto en la mentalidad y en las
percepciones de la gente del Perú diverso: La construcción de una
identificación étnico - política parcialmente basada en la apropiación de
elementos simbólicos incaicos, los que fueron emitidos tanto en su última
campaña política como al iniciar su gobierno. Entonces ¿Qué percepciones
construyeron los cusqueños cuando Alejandro Toledo representó y emitió
símbolos, ritos y mitos inkaicos?
Para algunos intelectuales y personas adeptas al mundo
quechua, el discurso de las reivindicaciones étnicas y la práctica oficial de los
rituales andinos fue bien recibido; sin embargo, para otros, la apropiación de
la simbología inca no pasó de ser un espectáculo político orquestado por la
antropóloga belga Eliane Karp y su esposo Alejandro Toledo con la finalidad de
operar la cultura dentro de la aplicación de la economía neoliberal. La comparación Toledo
= Pachakuteq se considera dentro del espectáculo, puesto que algunos cusqueños,
especialmente jóvenes de clase media, tienen una referencia histórica altruista
de Pachakuteq Inka, así como de sus obras y de su procedencia cusqueña, por lo
que no conciben un empate con personajes políticos contemporáneos, mucho menos
con aquellos cuya identidad quechua esté en duda.
Para mejorar nuestro
análisis sobre el comportamiento del partido político Perú Posible y de su
líder, Alejando Toledo, tenemos que diferenciar dos tiempos: El primero lo
constituye cuando Toledo es candidato a la magistratura peruana y cuando toma
el mando en la ciudad inca de Machupicchu, después de convertirse en presidente
de la República; el segundo se inicia después de los acontecimientos en
Machupicchu. En el primer período Toledo elabora y emite toda una parafernalia
mesiánico-incásica, mientras que en el segundo deja de lado la imagen del “inca
del nuevo milenio”.
Nace el 28 de marzo de 1946,
en Cabana, provincia de Pallasca, departamento de Ancash, Perú. Hacia los años
cincuenta la familia emigra a Chimbote, allí Alejandro realiza sus estudios
primarios en la
Escuela Minerva , del barrio El Zanjón. Su primera vocación:
Corresponsal del diario “La Prensa” en Chimbote; también monaguillo en sus
tiempos libres. “Poco antes de terminar la secundaria obtiene una beca en los Estados
Unidos y estudia Economía en la Universidad de San Francisco, alternando la
vida de estudiante con diversos trabajos y la práctica del fútbol universitario
que solventa su sostenimiento. Al concluir el bachillerato ingresa a la
Universidad de Stanford, donde obtiene dos maestrías y finalmente el doctorado
(PhD) en Economía de Recursos Humanos” (Página Web de Perú Posible). De allí se convierte, como su extensa propaganda lo recalca,
consultor de la ONU, del BM, del BID, de la OIT en Ginebra y de la OCDE en
París; profesor de la ESAN e investigador asociado en Economía del Harvard
Institute for International Development; asesor de tres gobiernos
latinoamericanos y reciente profesor de la Universidad de Waseda y de la Fundación Japón en
Tokyo. Finalmente, funda y preside el partido político “Perú Posible”.
Su resumen biográfico es
sugerente y pone énfasis en dos cosas: El lugar de su procedencia, Cabana,
pequeño pueblo serrano del departamento de Ancash, y en las condiciones límite
de pobreza en que vivía, situación que no merma su dignidad ni las ansias de
trabajo. Haber pasado una niñez con carencias económicas -pero no ético morales-
para luego surgir exitoso en la vida a través de la educación especializada, es
una lanzadera política que maneja las condiciones límites en el inicio y el
éxito superlativo acumulado después.
A las virtudes personales se
suman entonces las adquiridas en el transcurso de la vida profesional, por eso
Alejandro “Representa un nuevo tipo de liderazgo político.- Horizontal, sabe
delegar y trabajar en equipo. A diferencia de los políticos formados en los
partidos políticos, Alejandro Toledo aporta a la política la forma de trabajar
en organizaciones empresariales y académicas altamente competitivas que deben
probar su eficacia día a día. Puede decirse que su paso por la política es
reciente, pero su forma de trabajo organizado, planificado, con metas claras y
por resultados es de vieja data” (Página Web de Perú Posible).
Perú Posible.
Perú Posible inició su campaña presidencial en el
año de 1990. En aquel entonces enarboló una estrategia que reivindicaba el rol
político de las poblaciones marginadas en este campo a consecuencia de su forma
de pensar, de sus apellidos y de su aspecto físico. La postulación de Toledo pasó
desapercibida, pues el fenómeno Fujimori lo soterró en las preferencias
electorales. Aún no aparecía la combinación Toledo = Pachakuteq,
sin embargo, el símbolo del partido, la chakana, ya estaba estipulado.
En 1995 insiste en su candidatura. La propuesta
seguía con los ribetes del año 1990 pero algo más estructuradas y con una
filosofía de partido más coherente, por lo que se convirtió en un contrincante
medianamente peligroso para el régimen fujimorista. Por esos años se descubrió
una masiva estafa del banco CLAE, dirigida por el empresario cusqueño Carlos Manrique;
Alejandro Toledo Manrique fue relacionado consanguíneamente con Carlos Manrique
por tener similar apellido. El resultado de esta jugarreta fue la sepultura
política de Alejandro. Además, el gobierno de entonces vivía un romance clientelista
con la mayoría de la población peruana.
El salto a la palestra política lo dio a finales
de la década de los 90. Y surgió porque canalizó el voto en contra de Alberto
Fujimori, cuyo gobierno había socavado flagrantemente las opciones democráticas
y morales. Su popularidad también se puede explicar por su trayectoria profesional,
por una identificación étnica y, acaso, por la emergencia de nuevos sectores en
la sociedad peruana que apuestan por líderes que brotan de las entrañas del
pueblo y se rebelan ante las elites políticas tradicionales. Su imagen de cholo emergente que, pese a sus
orígenes, se relaciona con las altas esferas académicas del mundo es para
muchos la victoria parcial de los peruanos marginados. (Mesia, 2000: 337-338)
En
su última campaña política ¿cuál fue la posición y el perfil ideológico de Perú
Posible? Los principales ejes temáticos que planteó a favor del país fueron:
Desarrollar el trabajo productivo; fortalecer y respetar la democracia;
robustecer las instituciones modernizándolas y haciéndolas independientes;
hacer realidad la descentralización política y económica; incentivar a la
inversión privada nacional y extranjera; desarrollar las potencialidades
humanas y; lograr paz y reconciliación entre los peruanos que han sido víctimas
de la violencia política.
En
primera instancia, se presentan como una alternativa “nueva y fresca en el
escenario peruano” y la novedad reside en la
construcción de una competitividad tipo empresarial en la política con el fin
de superar los retos que impone la globalización, pero al mismo tiempo, dicho
movimiento político surge “profundamente entroncado en las raíces históricas de
nuestro país.” (Página Web de Perú Posible) Al parecer, la construcción
ideológica del partido Perú Posible no compite con las edificaciones de la
tradición, para ellos no tiene porqué haber disquisiciones o incompatibilidades
entre las razones atávicas perdurables de una sociedad y los conceptos que
emergen de la modernidad, al contrario, se unen para lograr fines concretos en
este gran espacio globalizado; entonces es dable que las identidades y diferencias
culturales se fortalezcan y se den a conocer. Sin embargo (nótese en los ejes
centrales del partido en cuestión) sólo se mencionan detalladamente la
aplicación de los conceptos y arbitrios que ofrece la época moderna al puro
estilo empresarial para romper los obstáculos del presente y del futuro, pero
los conceptos atávicos sólo son recurrentes proselitistas, dado que ni siquiera
se induce su aplicación; por lo tanto, los preceptos empresariales modernos, o
que es lo mismo, el sistema neoliberal, filtran a conveniencia algunos símbolos
y conceptos atávicos con la finalidad de legitimar sus pretensiones económicas
al ton y son del libre mercado. Es evidente que se prefiere ofrecer el
patrimonio cultural vivo (al igual que el paisajístico y monumental) al turista,
que tratar de desarrollar sus potencialidades culturales o siquiera aplicarlas
en el plano económico y político.
Pero citar el pasado histórico se basa en
un supuesto político importante: Muchos sectores de la población peruana tienen
en mente los atributos conceptuales del pasado histórico, supuesto que Perú
Posible, vía la figura de Alejandro Toledo, trabajó al máximo para alcanzar
preferencias electorales. Según Mesia (2000: 339-340), Toledo es producto de
las circunstancias históricas, enriquecido por una cualidad esencial para
explicar su ascenso: Su identidad. Toledo es el hombre andino. Sus estrechos
vínculos con la cultura tradicional lo muestran como un cholo capaz de reivindicar a su cultura gobernando el Perú. El
recurso de la identidad es notorio cuando utiliza símbolos andinos y recurre al
quechua en sus manifestaciones. Para algunos, las implícitas referencias al
mito del Inkarri saltan a la
vista. Una visión profunda del fenómeno, examinando cada
gesto y la simbología empleada nos descubre un profundo significado andino
revestido bajo un discurso moderno.
Apropiación
y Emisión de Simbología Inka.
Aparte de las reivindicaciones
étnico-religiosas de los quechuas, Perú Posible ha sumado a su bagaje simbólico
político la remembranza de las proezas históricas de los incas, cuya resolución
es Pachakuteq Inka, la figura política del imperio; también ha tomado la idea
del retorno de un nuevo tiempo favorable para los vencidos o la transformación
de las estructuras sociales de poder a partir de un concepto temporal
denominado pachakuti; otro componente importante es la apropiación de la
chakana o cruz inca, actual símbolo del partido político que encierra la
síntesis de la cosmovisión quechua. Entonces, tenemos cuatro elementos interdependientes
que se convirtieron en la estructura mesiánico-simbólica del partido político
Perú Posible: El personaje (Pachakuteq Inka), la implicancia de su tiempo
(pachakuti), el símbolo (la Chakana) y el ritual (ceremonias incaicas).
Veamos la importancia histórica de
Pachakuteq Inka: Cuando príncipe, Kusi Yupanqui, apoyado por generales adeptos
y otras naciones, organizan la defensa del Cusco contra los invasores chancas.
En el fragor de la
batalla Kusi Yupanqui se abre paso hacia el ídolo chanca,
llamado Uscovilca, tomándolo; desmoralizados, los chancas deciden emprender la
retirada. “En el Cuzco la alegría por esta victoria, tan inesperada, era
enorme; los invencibles chancas habían sido derrotados por el joven Yupanqui.
El prestigio del príncipe fue inmenso, lo llamaron Pachacutec, el que trastorna
la tierra [...]” (Rostworowski, 2001: 112). Bajo la venia de Viracocha, Inca
Yupanqui tuvo que ser ungido como el nuevo gobernante o Sapan Inca. “Y era
costumbre muy antigua que al recibir la borla, el que la entregaba había de
nombrar al nuevo Inca con apelativo distinto al que ya tenía, el cual era el
suyo de allí en adelante. [Viracocha], al hacerlo dijo gravemente: [...] Yo te
nombro, para que hoy en adelante, mas te nombren los tuyos e las demas naciones
que te fuesen sujetas, Pachacutec Yupanqui Capac Indichuri, que es hijo del
Sol, que transforma el mundo” (Rostworowski, 2001: 128) Así, Pachakuteq Inka
tiene una importancia histórica sin precedentes en la mentalidad cusqueña
contemporánea, dado que sus reformas administrativas, políticas, militares,
religiosas y territoriales realmente transforman un orden que da inicio a una
nueva época de gloria para los incas. Los quechuas del Cusco, de una nación al
borde de la exterminación a causa de la amenaza chanca, se convierten en un
imperio en formación que dominó desde Ancasmayo en el norte hasta el río Maule
en el Sur; así, Pachakuteq se convierte en el prototipo del cambio, reencarna
el paradigma de la transformación y equilibra, o mejor aún, invierte la balanza
del poder hacia su favor.
Kusi Yupanki, al vencer a los chancas, dio
inicio a un pachakuti o tiempo nuevo,
por lo tanto, el espacio - tiempo en que aparece el inka
redentor, precursor de la nueva era, se denomina como un nuevo pachakuti.
Para el cronista Huaman Poma de Ayala, Pachakuti es una fuerza telúrica,
especie de cataclismo, nuevo tiempo y castigo a la vez. Para el
investigador argentino Imbelloni, etimológicamente quiere decir “transformarse
la tierra”, el paso de un ciclo a otro, cada uno de los cuales tendría una
duración aproximada de 500 años. En Morúa significa tanto “volver la tierra”
como “quitar y desheredar lo suyo”. Para muchos andinos la conquista fue un pachakuti,
es decir la inversión del orden. (Rostworowski, 2001: 33-34) Lo mismo debió
significar para los incas haber derrotado a los chancas e iniciar el control de
los pueblos aledaños.
Según William Hurtado (2001: 69-70), el
quechua hablante concibe el tiempo como algo consubstancial con él; diríamos
que vive en el tiempo del mismo modo que lo hace en el espacio. Es una
totalidad copresente con su espacio, de allí que espacio y tiempo se fundan en
un solo lexema: Pacha. Entonces pacha permite entrever dos
conceptos de base: Uno se relaciona con el espacio y el tiempo en general y el
otro con la noción de integridad o identidad absoluta. Pacha se refiere
a la realidad temporal que se organiza según la dimensión que el hablante
quiere darle: Es el “mundo o universo” de los predicadores españoles y también
el cielo temporal que les corresponde. Expresa al mismo tiempo el momento y el
lugar preciso en que acontece algo. Tomando en cuenta esta característica, el
tiempo, en la mentalidad del quechua hablante, no es concebido como lineal,
sino es circular o cíclico y en consecuencia no fluye, no viene de un punto
ubicado en un infinito que se encuentra delante del hablante ni va hacia otro
infinito que está detrás. El tiempo está. Es el hombre el que se desplaza a
través del tiempo.
En otra dimensión, la ciclicidad o mejor
aún, cada ciclo contiene elementos o fases complementarias. La propia vida, los
acontecimientos que ocurren en ella, la historia, deben entenderse como que
tienen un principio y un final, como una ida y un retorno. De esta suerte, todo
tiene un retorno al punto de partida, al punto anterior. El fruto volverá a ser
semilla, la raíz o el tubérculo, convertidos en comida, volverán a ser raíz o
tubérculo; de allí la riqueza semántica que expresa la raíz kuti.
Veamos:
Kuti: Vez, turno. Tornar, volver. Decolorar. Pérdida del color adicional.
Maíz que crece al revés, etc.
Kutichi: Acción de contrarrestar los efectos del hechizo o brujería.
Kutirupaq: Acción de rumiar.
Muyuy: Dar vueltas en sentido derecha-izquierda.
Kutiy: Dar vueltas en sentido opuesto, izquierda-derecha.
“En este marco debe entenderse el Pachakuti
o transformación de todo orden establecido dentro de esa ciclicidad para dar
lugar a un nuevo orden, a un pacha diferente. [...] Un pachakuti es pues el
retorno o el regreso a un estado anterior que haga posible, luego, un reordenamiento
en función de nuevos elementos. Los pachakuti no son retorno a etapas,
instancias o estados anteriores para repetirlos sino reordenarlos,
reformándolos o transformándolos bajo nuevos principios, con arreglo a nuevos
paradigmas.” (Hurtado, 2001: 73)
Otro símbolo importante es la chakana,
representación de la cruz inca convertida en símbolo del partido político Perú
Posible por Eliane Karp de Toledo. Para ella la chakana es un símbolo universal
en todas las culturas precolombinas y expresa la cosmovisión de la relación del
cielo con la tierra (pacha). Consta de tres niveles: El Uhuy Pacha que
significa el Mundo de abajo; el Kay Pacha que significa el Mundo de los humanos
y el Hanan Pacha que significa el Mundo de arriba o de los Dioses. La Chakana
también tiene relación con el número tres o con sus múltiplos. El doce que
representa los doce meses agrícolas y el cuatro ó los cuatro horizontes del
Tahuantinsuyo. (Karp,
[s.f.]: “Discurso Buenos Aires”)
En una entrevista, Eliane enlaza el
significado de la chakana con el retorno del inka Pachakuteq: “¿Qué
significa la chacana? Es la visión del mundo. Es la visión de la filosofía
del Tahuantinsuyo, tal como la concibió Pachacútec al unir los cuatro suyos. Es
un símbolo muy complejo y tiene muchos niveles. Yo la he utilizado para Perú
Posible con la promesa del regreso de los 500 años buenos, para salir ya del
complejo de conquista. ¿Por eso es que Toledo se convierte en el nuevo
Pachacútec? Exactamente. Pero eso fue algo espontáneo que nació de los
estudiantes, poco antes de la marcha de los Cuatro Suyos. Nació en la Plaza San Martín ,
cuando le robaron las elecciones. Entonces nace el nuevo Pachacútec. Así
es. El primero es el que conocemos, el que establece el Tahuantinsuyo, con su
visión unitaria. El segundo, es el moderno, el que hará renacer al Perú desde
sus cenizas. Ese es Alejandro”. (Sarmiento, 2001: 27)
Los rituales andinos
practicados por Perú Posible generalmente se iniciaban antes de cada mitin, por
ejemplo, se evocaba la protección de los Apus, se proclamaba la sabiduría de la
filosofía andina e incluso acompañaban en el estrado oficial personas de
procedencia quechua o aymara, quienes eran lanzados o promovidos como los
futuros gobernantes. “En sus mítines le gritan a coro ‘Pachacútec’, comparándolo
con un Inca conquistador, y Alejandro Toledo levanta la bandera peruana seguro
de ganar la presidencia el 8 de abril, para la que es favorito [...] A Toledo
[...] le gusta que lo comparen con un Inca y eso lo alienta más en su
estrategia electoral. ‘No puedo olvidar mis raíces y orígenes. ‘¡Nunca olvidaré
a mi pueblo carajo!’ exclama Toledo mientras sus seguidores le gritan
‘¡Pa-cha-cútec, Pa-cha-cútec!’ en uno de sus mítines. ‘Eso me halaga’, dice
Toledo al referirse a la comparación con el Inca que extendió su imperio por
casi toda Sudamérica y que empezó a construir la famosa ciudadela de Machu
Picchu.” (Panamundo, 2001)
Fuera
de los mítines, en eventos oficiales, se ve a Toledo y Eliane ataviados a la
usanza inka. Ella vestida de Qoya, esposa del Inca, y Alejandro ungido como el
Sapan Inca. Pero el momento culminante y tal vez el más prolífero de sus
pretensiones mesiánicas fue cuando tomó el mando presidencial en la ciudadela Inka de
Machupicchu, el 29 de julio del 2001: Se hizo un pago a la pachamama y a los
Apus; Toledo y su comitiva llegaron poco después del mediodía a Machupicchu y catorce
“súbditos del inka” los recibieron tocando pututos y vestidos con ponchos rojos
y sombreros. Antes de quemar el despacho, el alcalde de Machupicchu entregó a
Toledo un hacha dorada, un collar y una Chacana. Acto seguido, “representantes”
de los cuatro suyos llegaron con ofrendas para el nuevo presidente. Tomó la palabra Eliane Karp ,
esposa de Toledo, y hablando a pocos metros del príncipe español, dijo: “Ha regresado
el tiempo de la Chacana, hemos cumplido. Hemos traído el tiempo del décimo
Pachacuti a la modernidad, con equidad e igualdad para todos los pueblos del
Gran Tahuantinsuyo, para que vuelva el trabajo, la comida, la alegría” (Noriega,
2001)[2]. Luego Toledo inició su
breve discurso recordando que estaba en el lugar “más emblemático del Perú
profundo [...] Las sociedades modernas tienen el enorme reto de hacer frente a
las exigencias del mundo globalizado. La cibernética, la informática, la nueva
cultura CNN, la
cultura Internet , tienen que caminar de la mano con las
culturas que tienen raíz e identidad nacional. La modernidad sí, la
globalización sí, la competitividad sí, pero sin desgarrar los rasgos de
nuestra identidad nacional”. Según Alejandro Toledo, además del objetivo
“místico, simbólico, que tiene que ver con mis raíces”, había una segunda
intención “muy pragmática” de este rito que tenía que ver con la promoción del
turismo: “Hay que decir a través de los medios de comunicación que aquí hay un
centro de atracción turística extraordinario.” (Noriega, 2001)
La percepción de los cusqueños.
En el sinuoso camino para encontrar adeptos,
Alejandro Toledo y especialmente Eliane Karp, han reinventado símbolos, ritos y
mitos que van desde elementos incaicos hasta paradigmas neoliberales. Para trasladar
todas estas formas a un escenario proselitista fue necesario que el candidato y
su partido adopten lo que nosotros llamamos disfraces,
es decir, que en ciertos momentos y según el tipo de receptores Alejandro
Toledo asume diferentes identidades que pueden, como no, pertenecerle; en este
contexto, nosotros identificamos dos identidades o disfraces: Uno oficial y otro étnico. Para que ambos tengan éxito en la percepción colectiva es
necesario un aditamento importante: El aspecto
físico del candidato.
El disfraz
oficial implica una imagen empresarial, seria, formal, elegante, propia de
un candidato educado, de un profesional exitoso, en otras palabras de un gentleman; implica un discurso coherente,
apropiado para los benefactores económicos y poderes locales. El disfraz étnico es rebelde, terco,
improvisado, intempestivo, acomplejado, casual y altamente simbólico; implica
un discurso reivindicativo, apropiado para las minorías étnicas
sistemáticamente relegadas del poder central. El aspecto físico del candidato corresponde al promedio andino: color
cobrizo, cabellos negros y gruesos, rostro sobresaliente y baja estatura.
A través de la combinación disfraz oficial (vestir con terno o usar pantalones jean) + aspecto físico, Alejandro Toledo emite
el perfil del cholo emergente, el cholo terco, aquel inmigrante rural que
gracias a sus aptitudes y tesón logra adquirir un asenso social; él reencarna
el paradigma de la transformación y la esperanza de todos los desafortunados,
inculca el icono del profesional exitoso que trae la modernidad, es el
consultor internacional y profesor invitado en diferentes universidades. Esta
imagen es ofrecida tanto a los sectores populares como a las instituciones
financieras del exterior, a los gobiernos de otros países y a las empresas
privadas que deseen invertir en el Perú: Éste es el Dr. en Economía Alejandro
Toledo Manrique. Como él mismo diría: “Yo soy la evidencia andante de lo que ha sido
capaz de hacer la
educación. Soy el resultado de un
error estadístico en la sociedad.” (Flores y Reynoso, 2001). Este sueño, o
error estadístico, se convierte en un deseo para los demás: “Mi sueño es que
esos 13 millones de peruanos que están por debajo de la línea de la pobreza
puedan tener acceso a la educación, una salud de calidad y que puedan llegar a
ser profesionales, líderes o presidentes de este país” (Flores y Reynoso, 2001).
Cuando Alejandro Toledo asume el rol de cholo
(algunos lo llaman el Cholo Toledo o
simplemente Choledo), es víctima de racismo:
Su condición física, aunada a su procedencia provinciana, son los primeros elementos
para armar en torno a él todo tipo de opiniones negativas. En uno de sus
mítines en la ciudad del Cusco un asistente sentenció: “Éste cholo cómo va ha
gobernar, en cambio los chinos saben trabajar, los japoneses hacen las cosas
bien, ¿cuándo han hecho algo bueno los cholos?” (Valderrama, 2001). También lo
denominaron “el cholo de
Harvard” o, como el padre de una candidata
presidencial, Lourdes Flores Nano, alguna vez lo llamó: “El auquénido de
Harvard”. Notamos que el racismo y la discriminación emergen cuando Alejandro
Toledo utiliza el disfraz oficial unido a su aspecto físico, pues
algunos sectores sociales (altos y medios) ven esta transformación como inaceptable
y huachafa; también es perniciosa porque suponen que el “cholo”, cuando
adquiere cierto poder, sea mediante puestos gubernamentales o negocios
florecientes, asume un comportamiento despótico, resolviendo así sus resentimientos.
La respuesta a la discriminación, que tiene
la misma intensidad de racismo y exclusión que su par, fluye a través del
discurso de Eliane Karp: “Yo digo que mejor funcionemos sin la clase A. No hay nada
que esperar de ellos, porque no tienen alma. Lo único que a ellos les interesa
son sus bolsillos [...] Trabajemos con los que no pueden escapar a Miami,
porque allí tienen sus cuentas bancarias y sus casas y que en realidad les
interesa un pepino lo que pasa acá. Trabajemos con los que no tienen un pie
allá y el otro acá. Trabajemos con los que tienen los dos pies acá, que son la
gran mayoría del Perú.” (Sarmiento, 2001: 27) En otro momento, tildó a esta
misma clase “A” como los “pituquitos de Miraflores” y consagró un agresivo
discurso en contra de sus abusos y afanes económicos. El cambio estructural que
enarbola Eliane es más agresivo que las consabidas opciones democráticas de su
esposo; es una falta de tolerancia que enciende las actitudes revanchistas de
clase. Parece que Eliane quiere transformar el Perú al estilo del Pachakuteq
histórico: Con enfrentamientos, batallas y sacrificios.
Por otro lado, a través de la combinación disfraz étnico (como ponerse ropa a la
usanza inka) + aspecto físico, Alejandro
Toledo quiere emitir el perfil de un inka; de esta manera nace la denominación Toledo
Pachakuteq. Para muchos jóvenes cusqueños esta
comparación resultaba una burla: Les pareció que Toledo era demasiado soberbio
como para atribuirse un nombre tan auspiciado en la historia del Perú, pues
para empezar él no estaba ordenando ni reordenando nada; además, Toledo
utilizaba el mesianismo como marketing político, para vender su candidatura en
comunidades campesinas. Consideremos que los sectores medios urbanos tienen una
idea concreta de las obras e importancia del Pachakuteq histórico y, por lo
tanto, es imposible una comparación entre éste y el supuestamente
contemporáneo, ya que de hecho las actitudes y obras del primero sobrepasan las
pretensiones del segundo.
Aparte de la comparación histórica entre
ambos personajes, que resulta incongruente, también pesa el localismo, pues si
bien se acepta el retorno de un nuevo Pachakuteq, éste no debe ser cualquiera,
y menos uno de Harvard; así, La figura de Toledo = Pachakuteq se percibe
como demasiado forzada, porque a Toledo se lo considera más norteamericano que
peruano o que cusqueño, además, sus hábitos cotidianos y preferencias nada
tienen que ver con las actitudes de un inka de antaño. Siguiendo la línea, fue
inevitable opinar sobre la personalidad de Toledo: flemático, falto de ideas,
demagogo, populista, contradictorio, con rasgos autoritarios, poca seriedad en
sus propuestas, dudoso, hipócrita, político principiante, mentiroso y, además,
está manejado por los caprichos de su mujer. Sobre lo último: Una vez alguien
nos replicaba de cómo íbamos a votar por una persona que está manejada por su
mujer, nos increpaba qué clase de presidente sería si la mujer es la que lleva
los pantalones.
Como vimos, Pachakuteq Inka inicia un
tiempo radical en donde la balanza del poder se inclina a su favor, su nombre
es sinónimo de cataclismo, transformación; también construye, reorganiza e
inicia. Alejandro Toledo quiere emular todas estas características a través de
su disfraz étnico, pero ¿Qué tanto se parece a Pachakuteq? ¿Qué tan cercana o
real es su ascendencia inkaica? ¿Cuáles son los mitos de transformación que
enarbola? Sobre su ascendencia incaica realmente no hay vestigio alguno.
Generalmente, y esto sucede actualmente en la ciudad del Cusco, muchos
políticos enarbolan su pasado inka a partir de sus apellidos y de los títulos
nobiliarios que ostentan. A Alejandro Toledo Manrique no le queda nada de eso,
al contrario, su apellido se podría asociar al Virrey Toledo, personaje que
reorganizó la Colonia implantando las reducciones de indios y la extirpación de
idolatrías, además, terminó descuartizando a Túpac Amaru II; pero esta
referencia, como estrategia proselitista, sería un fracaso, ya que nadie quiere
recordar la dominación colonial y los estragos que tuvo para las culturas
quechua, aymara, afro-peruana y nativas. Alejandro no tiene ningún vestigio
consanguíneo ni siquiera por afinidad con los incas, es más, casi no tiene un
acercamiento real o comprobable con la cultura andina, a no ser por su
identificación pasional, que es diferente a una identificación basada en la socialización. Sin
embargo, lo resaltante es la configuración del mito de la superación, de la
oportunidad, del progreso, de la posibilidad de una educación superior
especializada y de las reivindicaciones étnicas a nivel ritual.
Vemos que en la relación Toledo =
Pachakuteq, existe no sólo un abismo histórico, sino también un abismo de
identidad, un abismo en las personalidades y en el significado; entonces, ¿por
qué Toledo se autodenomina Pachakuteq? La manipulación de su aspecto físico, la
apropiación de una identidad quechua que no le pertenece y la configuración de
un mito de común acuerdo se convierten en recursos proselitistas que incitan a
una sensación utópica, reivindicativa y mesiánica. Pero estas sensaciones que
suenan agradables para cualquier nostálgico del atavismo no pasan de ser simples
sensaciones. Se entreteje, más que la práctica institucional de rituales
andinos, la aplicación de una política económica neoliberal en donde todo está
dispuesto a venderse y traficarse, incluso la cultura. Al parecer la
tendencia es apropiarse y manipular ciertos elementos míticos vigentes en favor
del pensamiento único. En este contexto el país multicultural, el de “todas las
sangres”, sólo tendrá importancia mientras su diversidad sea requerida en el
mercado global.
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Valderrama, Gonzalo. 2001 “El Cusco nos
recuerda a Toledo”, en Kirkinchoq Qosqon, Cusco, Año 1, N° 0.
[1] Este trabajo es una versión reformulada del artículo
“Identificación política y fragmentación: entre el mesianismo y el
espectáculo”, que fue elaborado gracias a la contribución del Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), a través de su Programa Regional
de Becas, en el concurso para investigadores “Fragmentación social y crisis
política e institucional en América Latina y el Caribe” en el marco del
Programa de Becas CLACSO - Asdi para investigadores jóvenes de América Latina y
el Caribe, 2001.
Este artículo fue publicado en El Antoniano. Revista científico cultural de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, 2004, Año 14, Nº 106, pág. 45 – 49.
[2] En otra fuente se transcribió así: “Ha
regresado el tiempo de la Chacama, hemos cumplido, todos hemos traído el tiempo
del décimo inca Pachacutec a la modernidad con equidad e igualdad para todos
los pueblos del gran Tahuantinsuyo”. (El Sur Este, 2001)