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Mostrando entradas de 2023

Hace ocho días. En memoria de Hugo Bonet Rodríguez

Algo más reposado, aunque sujetando el alma en cada incontrolable suspiro, escribo estas líneas. Hoy, se cumple ocho días de la partida corporal de Hugo Bonet Rodríguez, a quien, en mi trato cotidiano, le decía “Papuchinco”. Para algunos, “El profe” o “El Loco”, fue su maestro, su referente moral, su base ética, su inspiración, su consejero y formador. Para mí fue eso y más; fue mi padre. Y, como tal, lo disfruté en todas sus versiones. La conclusión que saco es que era un hombre genuino. ¿Qué quiere decir eso? Que decía lo que pensaba y que hacía lo que decía. Él, forjó una consecuencia inquebrantable entre el pensar, el decir y el hacer. Muy pocas personas llegan a ese nivel, especialmente las que están metidas en la política. El resultado de esa personalidad genuina, era interpretado como locura, por ello le decían “El Loco Bonet”. Nunca fue un loco, simplemente no tenías el valor para aceptar su verdad, la cual llegaba a ti con la estridencia de un trueno y la revelación de un rayo

El viento tenía nombre

––¿Por qué me has hecho esto, Arnol? ––Es que me gustas mucho, Laura. ––Pero yo no quería que tú… que tú me tocaras. ––Ya no importa... ya acabé. En cuanto terminó de hablar, Arnoldo subió su calzoncillo hueco hueco y descolorido y su truza de la misma raza que, pegadas como si estuvieran cosidas, habían quedado atrapadas entre sus rodillas. Dio un salto y se puso el polo sucio y ahuecado, agarró su machete y salió de la choza apartando la débil tela que resguardaba la puerta. Estiró ambas manos y bostezó satisfecho. Mientras olfateaba repetidas veces el fresco de la tarde, acomodaba con una mano el ya distendido pene. Caminó un trecho y sus pasos dejaron de escucharse para siempre. Me quedé acostada, llorando, tapada con una manta rasposa e insensible. Al rato tuve que levantarme para sacar la olla del fogón. El caldo rebalsaba, igual que mis lágrimas. Nunca sentí interés por Arnoldo, tampoco le di motivos. Simplemente vino cuando nadie y me tomó.  –//– Ya no puedo disimular mi panza.

Un entierro pobre

Hoy tuve la oportunidad de presenciar cómo es enterrada la gente pobre. Con pobre, me refiero a sin dinero y sin familiares que brinden respaldo. No es un caso extremo, es, digamos, un caso “normal”. Para tener una idea, el caso extremo sucede cuando la persona que fallece es abandonada en la morgue del hospital público. Sin más que hacer, la oficina de Asistencia Social solicita a la Beneficencia Pública una fosa común en algún cementerio para enterrar al occiso u occisa. Finito. Para contrastar, un entierro de personas pudientes, es decir, con el dinero, el respaldo familiar y las influencias sociales suficientes, tiene servicio funerario (embalsamiento, maquillaje, cajón barroco, arreglos florales, velas, escolta, etc.), velorio (bocaditos, despedida, misa, etc.), procesión (de carros, de gente, de músicos, de plañideras, etc.) y entierro en una cripta especialmente acondicionada. Vamos a nuestro caso. La persona, una mujer de cuarenta y algo años, murió de una enfermedad crónica en

El día que me topé con una Chullanchaqui

Un pie o un pie soltero, sin pareja, eso quiere decir chullanchaqui. ¿Y el otro pie? ¿Cómo podría ser un solo pie? ¿Será pirata pata de palo? No. No es pirata ni anda con muleta, es un ser que tiene una pata de sajino y la otra de humano. El resto, todito, es igual a ti o a quien quiera. La gente Harakbut, conoce, como todas las gentes de la Amazonía, al Chullanchaqui, ese ser que, por joder o por jugar, se aparece al incauto, al desprevenido y al menso como si fuera una persona ligera y conocida, de confianza, cercana. Es un ser de reemplazo. Es como un auxiliar de colegio que funge de sabio profesor.  Como fuera, decía que la gente Harakbut lo conoce como Chullanchaqui, así como la gente punaruna lo dice, pero, en el fondo, digo yo, se trata de T’oto , ese ser maligno, temido y perverso que, a decir de los Harakbut, se aparece al incauto en media selva y le seduce, le arrastra, le lleva, le come, le devora, le pierde y le entierra. No hay más, mordiste el anzuelo.  Yo conocí al Chul

En modo despacho

Reformas para la perpetuidad de la ofrenda a la Pachamama Se va agosto y en nuestra tierra del Cusco, los rituales de ofrenda a nuestra Gran Madre Tierra Universal, están en su última semana. Debo plantear algunas reformas para consignar el rito a nombre de la humanidad y de las divinidades que la acogen.  Ya no somos agricultores En la ciudad, ya no somos agricultores, aunque, por principio de relacionalidad, dependemos de los productos del campo. Sin embargo, nuestro sistema de vida y de supervivencia se basa, principalmente, en la producción de dinero. Es con este medio de transacción que conseguimos, entre otras cosas, el alimento. Mi punto, es que el despacho, generado, pensado y armado desde una perspectiva indígena, andina, agrícola y pecuaria, es parcialmente distante a la lógica citadina. Sin embargo, aún la distancia, la persona de la ciudad, por principio de herencia cultural e influencia, o por otras razones, siempre demanda un despachito.  No estamos en sintonía Aunque la

Observación virtual de dos eventos festivos: aniversario del distrito de Kumpirushiato y concurso de danzas en la ciudad de Cusco

Cuando empecé a escribir este texto, le puse el título de “etnografía de dos festividades”. Luego pensé que mejor no, porque de etnografía antropológica tiene muy poco en el sentido estricto: objetividad académica, dato denso, preciso, conciso y verificable. Pues no, no pude hacer eso, porque mientras escribía, salían mis entrañas.  Aniversario del distrito de Kumpirushiato El pasacalle de Kepashiato Hoy, 12 de junio de 2023, se cumple el III aniversario de creación del distrito de Kumpirushiato, provincia de La Convención, departamento del Cusco, Perú. Este distrito se desprendió de Echarate, del que también se desprendió Megantoni (el denominado distrito “más rico del Perú”). O sea, la creación de Kumpirushiato --y de Megantoni--, es una consecuencia del ineficiente centralismo del distrito madre, Echarate.  Alguna vez habré pasado por Kepashiato, que, supongo, es la capital del distrito de Kumpirushiato. No lo recuerdo. Pero hoy, mientras estoy en el Facebook, sale una notificación

Los guerrilleros de la psicodelia

A Hugo Bonet Rodríguez,  un revolucionario cabal,  esta recreación libre y amorosa. Tres jóvenes guerrilleros están listos para su primera misión en Cusco. Fueron entrenados en Cuba y defendieron Playa Girón. Hasta el Che Guevara les dio una palmadita de ánimo. Están listos, los tres, para las armas y la revolución. Desde otra cuenca, un grupo de músicos ecuatorianos confluyen en el Cusco. Traen trova y protesta, letra e insurgencia. Más que tira balas, son medio hippies. Músicos y guerrilleros se juntan. Beben, cantan, fraternizan y comparten la ideología. Están, por así decirlo, en el mismo cauce, aunque cada uno tiene distinto caudal. Las copas van y vienen, la confianza se consolida y la amistad se argumenta. La conversación aterriza en el asunto de las drogas, en la marihuana y el LSD. Entre debates y forcejeos de valentía, los tres guerrilleros, Leoncio, Pedro y Javier, deciden probar la moda psicodélica. … Los tres guerrilleros se retiran de la reunión. Caminan por las calles de

Los ojos del Universo

Hoy es 24, viernes 24 de marzo de 2023. Estoy en la ciudad del Cusco, Perú. Como ya sabes, parte de mi trabajo es atender a pacientes indígenas amazónicos que llegan a los hospitales citadinos. Pero no son indígenas regulares. Se trata de gente que vive en las cabeceras de las cuencas, en zonas alejadas, de difícil acceso. Son espacios protegidos por el Estado. La gente de estos lares vive casi exclusivamente de los alimentos que le provee el bosque y el río amazónico. No hablan castellano, solo su idioma, una variedad del matsigenka. Hace un mes llegó una de esas pacientes al Cusco. Es una joven de 18 años que le diagnosticaron el síndrome de Guillain-Barré (SGB), que, según el Dr. Google, es un trastorno del sistema inmunitario que daña las neuronas y causa debilidad muscular y a veces parálisis. Ella es Ana. La paciente ingresó al hospital y encargué a Vilmanuel, mi compañero de trabajo, para que la visitara interdiario. Olvidé comentarte que Ana vino acompañada de su hermana mayor,

El chico que dibujaba constelaciones

Reseña del libro de Alice Kellen (2021) Una novela encantadora, especialmente para las parejitas que ya tienen sus años de convivencia y quieren recordar las fibras que dieron origen a su romance. Valentina, la protagonista, relata la historia de amor que construye con Gabriel, un chico fuera de época del que se enamora perdidamente. El escenario es la ciudad de Valencia, España, durante las décadas del 60, 70, 80 y 90. Precisamente, el tiempo, o mejor dicho cada decenio, pondrá a prueba el vínculo que los une.  Este romance está algo idealizado. Dado que son dos jóvenes citadinos de clase media, pareciera que no tienen baúles con secretos sórdidos, más allá de la distancia y la monotonía. Aunque la época imponía retos, especialmente a las mujeres que salían del molde, Valentina, la que relata la historia, tiene la virtud de abordar los momentos tensos o trágicos con una horizontalidad tierna y elocuente. He llegado al punto de pensar: “pucha, este romance sí que es de novela, pero no

A orillas del río Piedra me senté y lloré

Comentario al libro de Paulo Coelho (1994/2012) “¡Vete a llorar al río!” es la frase punzante que recibía cuando todo mi cuerpo se resumía en lágrimas. Antes me parecía una frase cruel, hasta que conocí el río. En cualquiera de sus facetas —creciente, menguante e incluso seco—, el río es un terapeuta supremo (el Siddhartha de Hermann Hesse escuchaba sus consejos hasta alcanzar la plenitud). Así que “a llorar al río” es un gran consejo disfrazado de simple rudeza. Pilar, la protagonista de esta novela, es una mujer dubitativa, insegura, predecible y fiel a una rutina que carece de espontaneidad. Es la mujer que está conforme con lo regular y siempre va a la segura, hasta que conoce a alguien que la confrontará a sí misma. Su transformación será inminente. Las decisiones que tome serán las más lúcidas y esperanzadoras, porque están guiadas por el amor. Pero la vida es un diálogo de contradicciones y tiros al aire. Aquí es cuando el terapeuta supremo, el río, nos da consuelo, confort y fo

La voluntad del molle

Comentarios y sentimientos que me produjo la novela de Karina Pacheco Medrano (2006/2023) Por lo general, le rehúyo a las lecturas trágicas. Es mi carácter. Soy un tipo alegre y despreocupado. Además, la tragedia andina la conozco por referencias y no en carne propia. El genuino rostro de la violencia y el desgarro, lo he visto, sí, pero a través de una pantalla arcoíris. Mi burbuja es otra. Más que convivir con el dolor propio o ajeno, o perpetuar almas en pena, me gusta consolar, apapachar, sonreír, acariciar. También esto puede ser la voluntad del molle, pienso, digo. La novela trata de dos hermanitas jóvenes, clasemedieras, algo progres y modernas, cosa que contrasta con el pensamiento de sus padres y abuelos, fieles herederos del gamonalismo andino. La vida de las hermanas, ambientada en la ciudad del Cusco y alrededores, da un giro trágico cuando abren el baúl de su madre. Se trata, ni más ni menos, de la caja de Pandora. A continuación, se ventilan todos los entuertos familiares

Con las comunidades andinas del Ausangate

Reseña del libro de José María García García, S.J., más conocido como “el padre Chema” (2006, 2da edición) A veces creo que la antropología es tan rígida. Siempre parte de sus teorías y metodologías para entender a la gente. Por ejemplo, un antropólogo en campo, por más tiempo que se quede en el lugar, siempre observará desde fuera, desde su academicismo. Lo mismo podríamos decir de un cura, que mirará a la gente desde la verdad de su teología. Pero el caso de García es distinto, ya que tiene dos ventajas que la antropología carece: el acompañamiento y el humanismo con que se teje una relación. Como antropólogo, trato de comprender el comportamiento de la gente del bosque y del río amazónico a la luz de las teorías y del trabajo de campo esporádico. En cambio, el padre García, como otros sacerdotes o misioneros en la selva, acompañan permanentemente a las comunidades indígenas y, por momentos, también se ven obligados a rebasar su visión teológica por una necesidad humanista.  Siendo a

Si me ves pasar

Poema Si me ves pasar... Con mi piedra en la mano,  con las venas explotando,  con el cupo cobrado,  con las rejas violentadas,  con las calles quemadas y con el peso de mi culpa... Si me ves pasar... Con mi compadre policía,  con mi comadre huaraca,  con mi choche de botas-galones,  con mi paisana presidenta y con el Ejecutivo ejecutador... Si me ves pasar... Con el estómago sin gasolina,  con las tripas sin gas,  con la garganta gastada,  con los ojos lacrimosos y con la desesperación encima... Entonces, paisano, compatriota, compadre, camarada, compañero,  te pido,  por favor,  que no me tires tus balas-palabras,  solo deténme, deténme, deténme con la fuerza de tu abrazo,  porque estoy cansado, rabioso y frustrado de ver tanta sangre y nada, y nada, y nada.

"Ese indio de ...erda"

Réclame dirigido a quienes les gusta insultar al indígena Me dirijo a dos tipos de paisanos/as cusqueñenzis. El primer tipo, procede del sector rural, pero nació en cuna gamonal; es decir, bebió racismo de la teta de la madre y de la prepotencia de su padre. El segundo tipo, nació en cuna de paja y recibió el racismo de forma permanente y sistemática, en la leche, en la infancia y en el cuerpo, pero migró a la ciudad para levantar su moral con una profesión. La descendencia de los primeros y el logro de los segundos, arrastra el racismo y la discriminación. Creen que hacen un bien a la humanidad cuando corrigen al indígena tratando de ”civilizarlo”, o cuando se distancian de él cuando le insultan, le ligan las trompas o le balean. Nadie quiere ser un nadies.  Creen que construyen “Perú” cuando les llevan chocolatada o les tiran pan en el camino o les regalan ropa usada. Creen que es correcto llamarlos “hijito”, “hijita”, “mamita”, “papacito” o “ignorante”, “inocente”, “manipulable” y,

Las amas de casa también financian la protesta

Reflexión sobre quiénes financian las protestas indígenas Antes que el verbo feminista y antipatriarcal me haga bulling, aclararé a qué me refiero con "ama de casa": es la persona dueña de casa, es la que administra el hogar, es la que define qué se compra y qué no se compra para la despensa y el refrigerador. Es la que adquiere, almacena y distribuye el alimento en casa. Es una persona experta en los menesteres del hogar y, desde luego, en otros menesteres fuera de él. Hoy en día, la "ama de casa" es la jefa/e del hogar, pero también es jefa/e de su vida y de su cuerpo/a. Su compañerex, si lo/a tiene, es su complemento o su antítesis.  Mi señora es mi jefa (la gente que me conoce asentirá convencida). El otro día me dijo, en plan queja, que el kilo de tomates había subido a siete y 10 soles, y que el gas estaba en 70-100 soles. Para ella, el precio era un escándalo. La razón: el desabastecimiento de alimentos debido a que los/as protestantes bloquean las carreteras

El racismo y la responsabilidad de la antropología

Opinión “¡Cállate! ¡Cállate! ¡Te estoy diciendo que te calles!” Muchas personas dicen "¡Cállate!" cuando la gente indígena levanta la voz. Es el grito de la dueña de casa a su empleada, es el malestar del burócrata hacia el analfabeto, es la censura del médico hacia la india enferma, es el desfogue del boletero hacia la gente ojota y, en estos días, es la orden de la mujer terna hacia la anciana campesina.  La imagen de la suboficial de la policía en San Marcos, arrastrando con sus frases la dignidad indígena, difícilmente se borrará de mi cabeza. Lo que está sucediendo, en parte, es responsabilidad de la antropología. Yo la acuso. Mi carrera ha fallado en proponer una convivencia intercultural. Ha fallado como ciencia, porque no sabe llegar a la gente de a pie. Cuando digo que soy antropólogo, las personas se ríen y creen que estudio huesos y ruinas. Seguidamente, ya un poco serias, me preguntan si tal cerámica es inca o preinca. Otras veces, en automático, me etiquetan de r