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“¡Que viva la Nación!” Alegoría de la fiesta-ritual de linderaje de la gente yanacona

Me invitan a reconocer los límites de la comunidad campesina de Yanacona, distrito de Chinchero, provincia de Urubamba, departamento del Cusco, Perú. Sí, es el lugar donde se construye el famoso aeropuerto internacional, un hito de la modernidad y de la demanda turística. Por su puesto, asisto, porque en mi cabeza está la seguridad del disfrute. Más aún, porque Carlitos, compañero de la facultad y gran amigo, me llama: quiero navegar en su hospitalidad y recorrer los linderos de la nación yanacona, de los complementos, de los pongos, de los que nacieron para servir. Desde luego, me siento parte de esta nación, aunque no esté en la “planilla” comunal. Invitación En mi wasap, ingresa el siguiente mensaje: “te escribo para tu participacion en el linderaje que se realizara este viernes28 de febrero”. No hay nada qué pensar, me apunto, porque sé que habrá comida, bebida y caminata, o sea, disfrute.  Presente  El día indicado, llego a las 8:00 am al poblado de Chinchero. Me siento e...
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Buscando un Inka

No lo busquemos en la Municipalidad, porque sería una marioneta. No lo busquemos en el Inti Raymi, porque sería un divo arrogante. No lo busquemos en el teatro, porque sería un wachu actor. No lo busquemos en las panacas ni en los ayllus reales, porque sería inalcanzable, exclusivo. No lo busquemos en la piedra de los 12 ángulos, porque sería un mercachifle. ¿Dónde, entonces?  (¡Hipólito, Umut'u, dónde estás!) Mientras tanto y, sin embargo, yo he visto a un Inka, a un Sapan Inka, molesto, hastiado, indignado,  iracundo, agarrando una barreta que no es de oro, sino de cobre robado y punta hiriente. Lo he visto picando, fuera de sí, una piedra que solo vale por sus ángulos. Lo he visto, eufórico,  rescribiendo esa piedra turistiquera (como Jesusito, con látigo en mano, en la casa de su padre). Lo he visto, airado, perdido, ido... tratando de destruir lo que ha construido. Sí, yo he visto a un Inka, a un Sapan Inka,  a uno de verdacito, a uno que es del pueblo, aunqu...

"Por esa Margen Derecha" de Sergio Sullca Condori (2017)

Sentimientos que me provocó la lectura del poemario de Sergio Sullca Condori (2017), el ahora alcalde del distrito de Santiago, en Cusco, Perú Se acabó la poesía abstracta, la que me hacía sentir como un tonto. Por fin un poemario de sentimientos extraídos de la vivencia y escritos con la franqueza del corazón.  Sullca, mi amigo (aunque no muy cercano, pero ahora sí que lo siento a mi lado), quiero decirte que me he deleitado con tus poemas, con todos (ya bueno, excepto con un par). Yo que vivo en Magisterio (la verdad, vivo en Collasuyo, pero no se lo digas a nadies ), me ha dado ganas de ir a la Margen Derecha, a vivir en esas laderas, a embarrarme con la vista del Valle del Cusco, a construir mi casita de adobe y tejas quebrantadas. Me llevaré, desde luego, a mi Eloya (a la Chivi), aunque ella no dejará Magisterio así nomás, ja, ja, ja.  Pero, quería decirte, que tus poemas deslumbran por su sencillez, por su franqueza, por sus frases llenas de una envolvente mezcla de desa...

Hace ocho días. En memoria de Hugo Bonet Rodríguez

Algo más reposado, aunque sujetando el alma en cada incontrolable suspiro, escribo estas líneas. Hoy, se cumple ocho días de la partida corporal de Hugo Bonet Rodríguez, a quien, en mi trato cotidiano, le decía “Papuchinco”. Para algunos, “El profe” o “El Loco”, fue su maestro, su referente moral, su base ética, su inspiración, su consejero y formador. Para mí fue eso y más; fue mi padre. Y, como tal, lo disfruté en todas sus versiones. La conclusión que saco es que era un hombre genuino. ¿Qué quiere decir eso? Que decía lo que pensaba y que hacía lo que decía. Él, forjó una consecuencia inquebrantable entre el pensar, el decir y el hacer. Muy pocas personas llegan a ese nivel, especialmente las que están metidas en la política. El resultado de esa personalidad genuina, era interpretado como locura, por ello le decían “El Loco Bonet”. Nunca fue un loco, simplemente no tenías el valor para aceptar su verdad, la cual llegaba a ti con la estridencia de un trueno y la revelación de un rayo...

El viento tenía nombre

––¿Por qué me has hecho esto, Arnol? ––Es que me gustas mucho, Laura. ––Pero yo no quería que tú… que tú me tocaras. ––Ya no importa... ya acabé. En cuanto terminó de hablar, Arnoldo subió su calzoncillo hueco hueco y descolorido y su truza de la misma raza que, pegadas como si estuvieran cosidas, habían quedado atrapadas entre sus rodillas. Dio un salto y se puso el polo sucio y ahuecado, agarró su machete y salió de la choza apartando la débil tela que resguardaba la puerta. Estiró ambas manos y bostezó satisfecho. Mientras olfateaba repetidas veces el fresco de la tarde, acomodaba con una mano el ya distendido pene. Caminó un trecho y sus pasos dejaron de escucharse para siempre. Me quedé acostada, llorando, tapada con una manta rasposa e insensible. Al rato tuve que levantarme para sacar la olla del fogón. El caldo rebalsaba, igual que mis lágrimas. Nunca sentí interés por Arnoldo, tampoco le di motivos. Simplemente vino cuando nadie y me tomó.  –//– Ya no puedo disimular mi pa...

Un entierro pobre

Hoy tuve la oportunidad de presenciar cómo es enterrada la gente pobre. Con pobre, me refiero a sin dinero y sin familiares que brinden respaldo. No es un caso extremo, es, digamos, un caso “normal”. Para tener una idea, el caso extremo sucede cuando la persona que fallece es abandonada en la morgue del hospital público. Sin más que hacer, la oficina de Asistencia Social solicita a la Beneficencia Pública una fosa común en algún cementerio para enterrar al occiso u occisa. Finito. Para contrastar, un entierro de personas pudientes, es decir, con el dinero, el respaldo familiar y las influencias sociales suficientes, tiene servicio funerario (embalsamiento, maquillaje, cajón barroco, arreglos florales, velas, escolta, etc.), velorio (bocaditos, despedida, misa, etc.), procesión (de carros, de gente, de músicos, de plañideras, etc.) y entierro en una cripta especialmente acondicionada. Vamos a nuestro caso. La persona, una mujer de cuarenta y algo años, murió de una enfermedad crónica en...

El día que me topé con una Chullanchaqui

Un pie o un pie soltero, sin pareja, eso quiere decir chullanchaqui. ¿Y el otro pie? ¿Cómo podría ser un solo pie? ¿Será pirata pata de palo? No. No es pirata ni anda con muleta, es un ser que tiene una pata de sajino y la otra de humano. El resto, todito, es igual a ti o a quien quiera. La gente Harakbut, conoce, como todas las gentes de la Amazonía, al Chullanchaqui, ese ser que, por joder o por jugar, se aparece al incauto, al desprevenido y al menso como si fuera una persona ligera y conocida, de confianza, cercana. Es un ser de reemplazo. Es como un auxiliar de colegio que funge de sabio profesor.  Como fuera, decía que la gente Harakbut lo conoce como Chullanchaqui, así como la gente punaruna lo dice, pero, en el fondo, digo yo, se trata de T’oto , ese ser maligno, temido y perverso que, a decir de los Harakbut, se aparece al incauto en media selva y le seduce, le arrastra, le lleva, le come, le devora, le pierde y le entierra. No hay más, mordiste el anzuelo.  Yo conoc...